martes, 5 de diciembre de 2023

LA INQUISICIÓN BURLESCA

 

LA INQUISICIÓN BURLESCA

By Pedro Fleitas González, unryu

 


 

Mediante el entrenamiento mejoramos nuestras habilidades deseando que las técnicas y acciones aprendidas sean funcionales. En este punto propongo que antes de que lleguemos al punto en el que desafiemos nuestras propias destrezas practiquemos a “pacificarnos”.

 

Desde la calma interior la aplicación de las estrategias es más constructivas. Cito a alguien anónimo que escribió: “los seres humanos quieren regular la naturaleza con la técnica y ese es el gran desastre”.

 

Opino, justamente lo mismo que el autor de esta tremenda cita, ¡que verdad tan severa!

 

En las medicinas se usan demasiadas acciones protocolarias basadas en la “incierta ciencia contra natura y a veces demasiados intereses económicos”

¿En la política? ¡Ni me atrevo a decir nada!

En la educación, ¿qué educamos? ¿a quién? ¿con que objetivo? ¿rellenar la cabecita de datos inservibles y evitando dar la opción conjunta de desarrollar el sentir y la preciosa inteligencia emocional?

 

Parece que algún grupo de “sabelotodos todólogos” creyeron mucho más interesante estudiar de memoria a cambio de un apto o no apto el nombre de un río que aprender a metabolizar las emociones con la que los seres humanos pasarán toda su vida.

Encontrarnos y desencontrarnos con las propias sensibilidades, las contradicciones, las luchas internas, entender desde el sentir el amor, etc.

 

Vamos que un adolescente salga de una consulta médica con un ansiolítico debajo del brazo para aplacar la tristeza, el llanto, el dolor por haber tenido un desencuentro con su pareja, una bronca en casa y ¿ya? ¿vale todo?

 

¿Entonces vuelvo y reitero “es más y muy útil aprender de memoria el nombre de un río que empezar a aprender como metabolizar las emociones que nos van a acompañar toda nuestra vida?

 

Viendo lo que acaece, afirmo que algo está ocurriendo y no me atrevo ni siquiera a ponerle nombre y no por cobardía sino para no perder el tiempo.

 

Aplaudimos a nuestros jóvenes por sus maravillosas calificaciones en los colegios ofreciendo verbenas de regalos y casi que los “lapidamos” cuando no están a la altura de los objetivos educativos y parece que somos los padres y madres los que nos sentimos afectados en lo más profundo porque nuestros hijos han suspendido asignaturas fallando y fracasando, ¿y no aplaudimos cuando están sanos y saludables, felices, alegres, vitales y nos ofrecen una alegría sin parangón.?

 

¿La carencia dónde está en los jóvenes o en los tutores? ¿Los padres y madres vamos exhibiendo las notas de nuestros hijos como si fuera lo único y más importante y a modo de trofeo y en lugar de apoyarlos y acompañarlos en sus procesos los apabullamos a “golpes de castigos materiales y emocionales”?

 

Y ¡ojo! que no estoy incitando a la rebelión en las aulas, es todo lo contrario, estoy poniendo sobre la mesa con palabras sencillas, la realidad que vivimos en las fechas en las que nuestros maravillosos jóvenes salen temblando de sus colegios con las notas y que muchos se sienten usurpados por que aprobaron todo y así y todo las calificaciones no son suficientes para los padres y mucho más quienes suspenden son estigmatizados y crucificados.

¿Dónde aprenden los jóvenes a metabolizar todas estas emociones? ¿Y los padres y madres?

 

No me interesa esta sociedad del castigo así que me proclamo prófugo de un sistema identificado con la inquisición, poco cálido, amoroso y respetuoso con el proceso humano de los demás.

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